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La llegada de las altas temperaturas, un riesgo para las personas con demencia.

Las altas temperaturas propiciadas por la llegada del verano suponen, cada año, un riesgo muy elevado para las personas que padecen Alzheimer.

La deshidratación es uno de los principales peligros para todas las personas que se enfrentan a estas olas de calor, ya que es frecuente que no ingieran suficiente agua o estén expuestas al sol más tiempo del recomendado.

Sin embargo, debe hacerse especial atención a las personas que padecen Alzheimer. Con la edad y el avance de la demencia, estas personas experimentan una reducción de la capacidad para percibir la sensación de calor, por lo que no notan tanto ese aumento de la temperatura y tampoco pueden encargarse, por sí mismos, de tomar precauciones frente al calor manteniendo hidratado su cuerpo.

A este hecho, se le suma la disminución de la percepción de la sed y la dificultad de recordar cuándo fue la última vez que bebieron agua. Dos hechos que aumentan la probabilidad de sufrir una deshidratación, especialmente durante la temporada de verano.

El consumo de algunos medicamentos también puede dañar la resistencia al calor al interferir con los mecanismos de defensa como: la percepción de la sed, la termorregulación o la percepción consciente del entorno.

Finalmente, una de las grandes razones que hace más vulnerables a las personas con Alzheimer ante las altas temperaturas es la dificultad a la hora de reconocer los síntomas de un golpe de calor. La sensación de debilidad, de agotamiento, la confusión, la falta de sudoración o la piel seca que acompañan el proceso de deshidratación a menudo se confunden con síntomas de la propia enfermedad.

Todas estas circunstancias convierten a la población que sufre Alzheimer, en personas de gran riesgo en el caso de olas de calor.

Estas son algunas de las medidas fundamentales que deben seguirse para prevenir la hipertermia en las personas con Alzheimer:

  • Vestir ropa ligera, preferiblemente en tonos claros y de algodón.
  • Hacer uso de un sombrero o una gorra que proteja la cabeza de la exposición a los rayos solares.
  • Beber agua con frecuencia a lo largo de todo el día. Lo idóneo es ingerir en torno a los dos litros de agua al día.
  • No permanecer bajo el sol durante las horas de mayor temperatura del día.
  • Atemperar los espacios en los que la persona se encuentra. Bajar las persianas durante el día o refrigerar la estancia con un uso adecuado del aire acondicionado son dos de las mejores opciones.
  • Tratar de ingerir comidas frescas y ligeras.